Hilos para unir el pasado con la actualidad: Twitter y la historia
El microblogging es un servicio diseñado para las comunicaciones cortas e instantáneas de mensajes. Nacida en 2006, Twitter es la red social de microblogging por excelencia: según el Digital 2021 Global Overview Report, realizado por las empresas We are social y Hootsuite, a enero de 2021 cuenta con 353 millones de usuarios activos en un mes.
Los mensajes cortos que pueden publicarse en Twitter tienen un tope de 280 caracteres y, además de texto, pueden contener imágenes, videos, audios y enlaces; por lo que son una manera sencilla para comunicar sobre diferentes temas, desde lo más trivial hasta noticias importantes o información relevante.
De ahí que muchos usuarios utilicen el microblogging y esta red en especial para divulgar mensajes sobre Historia. Aproximadamente en 2015 comenzó a popularizarse una modalidad: los «hilos». Éstos consisten en la emisión enlazada de varios tuits acerca de un mismo tema, que resultan en una minicrónica, y son atractivos para leer por su sencillez y su carácter concreto.
Los hilos constituyen una suerte de nuevo género, un «relato fragmentado», ya que sus autores adaptan su estilo de redacción al del microblogging y al límite de 280 caracteres; pues si bien los tuits muchas veces interrumpen una frase al final para continuar en el siguiente, lo más común es que cada uno constituya uno o dos pequeños párrafos completos que rematan en punto final sin romper la tensión narrativa.
Asimismo, permiten el debate, pues debajo de cada tuit pueden formarse mini foros de discusión donde se comenta el tema. De tal manera, ha facilitado la divulgación de la Historia, pues son una manera rápida y accesible para comunicar contenidos históricos, y además forman comunidades alrededor de éstos y de las cuentas que los emiten.
Un excelente ejemplo de dichos hilos se encuentra en éste, donde su autor, Mario Fuentes, quien es historiador por la ENAH, narra un poco sobre la polémica que hay alrededor del estudio y clasificación de los códices que se consideran prehispánicos.
Otro ejemplo sobresaliente es éste, donde Alejandra Vidal, historiadora por la UNAM, cuenta sobre el origen del punk y de cómo en los años 80 del siglo XX mujeres habitantes de la Ciudad de México y Zona Metropolitana lo usaron para constituirse como comunidad.
Aunque el formato tiene grandes ventajas y ha facilitado un foro a los profesionales de la disciplina, su gran accesibilidad ha dado paso a que personas que no son historiadores tomen las riendas de la labor divulgativa. Sin que esto sea una condición mala en sí misma, presenta algunos inconvenientes.
Muchas veces, estas cuentas dirigen la divulgación que realizan a partir de ideas que ya deberían estar superadas, como el positivismo y el historicismo, que postulan la Historia como una verdad absoluta en la que desde el presente no puede hacerse nada más que «trasvasar» esta verdad directo de los documentos, sin crítica ni interpretación de por medio que aporte a la construcción de conocimiento.
Desde esta narrativa se crea una dualidad entre lo «bueno» y lo «malo»; que podría parecer inofensiva, si no fuera porque ha suprimido las historias e identidades de distintos colectivos, en este recorrido que ha construído un pasado mítico común utilizado para fortalecer nuestro sentimiento nacionalista (es importante mencionar que también profesionales de la Historia con intereses diversos hacen uso de estas representaciones).
Prueba de esto es la gran cantidad de cuentas en Twitter que se dedican a la divulgación desde la interpretación de personalidades históricas, por ejemplo, determinado general o presidente; y donde se les representa de acuerdo a lo que «aportaron» a este pasado mítico común.
Esto no ha sucedido gratuitamente: hay un patente y generalizado descuido de las actividades de divulgación por parte de los profesionales de la Historia. La divulgación y la docencia a niveles básicos son consideradas actividades menores en comparación con la investigación y la docencia en niveles superiores.
Por ello, los historiadores tenemos la responsabilidad de aprovechar todas las ventajas que las herramientas digitales como Twitter nos ofrecen para involucrarnos activamente en la divulgación de contenidos históricos, y así aportar un poco a fomentar una visión crítica generalizada que permita construir conocimiento en lugar de perseguir «la verdad» sobre el pasado.