Darles voz a las emociones de los alumnos
Durante los años que llevo siendo docente el sistema educativo se muestra exigente ante aprendizajes que considera prioritarios, como es el pensamiento matemático y el lenguaje escrito, áreas que se evalúan en exámenes incluso a nivel nacional. Pero me di cuenta de que había otros aspectos en la formación de los alumnos que se dejaban de lado, y en mi experiencia el desarrollo emocional es de los más importantes y que menos se toma en cuenta.
Si bien es cierto que los primeros aprendizajes se dan en su familia, al llegar a la escuela se va enfrentando a nuevas experiencia y retos emocionales con los que tiene que lidiar y a los cuales generalmente no se les da voz. Se podría pensar que, en todo caso, tendría que ser importante en la etapa del preescolar o los primeros años de primaria, en donde tampoco siempre hay espacio para las emociones, pero no es sólo en esos años en dónde se les debe apoyar a los alumnos en el conocimiento y manejo de estas, cada ciclo escolar y cada nivel educativo trae desafíos consigo.
Socialmente las emociones no tienen un lugar muy claro en nuestra vida diaria, por ejemplo, en el trabajo lo importante es cumplir con lo que se te está solicitando, que por más estresado que te encuentres no debes llorar, ni enojarte, que otros te vean vulnerable no está bien; entonces podemos ver como los casos de burn out van en aumento. Eso también ocurre en las escuelas, seguramente no somos muy conscientes de lo que les solicitamos a nuestros alumnos, pero, enseñamos a que lo que sucede en su familia se quede fuera del aula, o incluso ante la frustración que pueden sentir por no lograr resolver un problema se les pide minimizarlo o reprimirlo para seguir con la clase.
El no darles un sitio a las emociones en la escuela, para mi, tiene dos principales repercusiones en los alumnos. Por un lado, ocurre lo que mencioné en el ejemplo anterior, cuando son adultos no saben cómo manejar estas emociones en los diferentes ámbitos donde se desenvuelven que da como resultado lo que podemos ver en nuestra sociedad actual: depresión, ansiedad, dificultades laborales, abandono del trabajo, violencia para resolver conflictos, entre muchas otras situaciones.
Otra repercusión, es la dificultad que tienen los alumnos para aprender al no ser tomadas en cuenta estas emociones en el aula. Un niño que esta triste o enojado por la situación que vive en su casa, ¿cómo va a ser posible que pueda poner atención a lo que está escrito en el pizarrón? Si no sabe qué hacer con su frustración por no lograr resolver un problema, ¿cómo va a poder intentarlo nuevamente? Y podemos seguir con ejemplos al respecto, ¿cómo manejan las emociones que desencadena recibir una evaluación? Niños que bajan de calificaciones para que sus compañeros los acepten, niños que prefieren no darle importancia a las notas para no sentirse afectados, o que se estresan por no alcanzar lo que se espera de ellos.
Estoy de acuerdo que gran parte del desarrollo emocional viene de una formación en la familia, pero como docentes debemos reflexionar acerca de lo que podemos hacer en el aula para que las emociones también tengan un lugar y que las nuevas generaciones tengan un desarrollo emocional más saludable.